El día después fue raro. El ataque de furia había pasado, pero la vida en la comuna de Colombres no era igual. En las calles había una sensación de miedo, de incertidumbre y de preocupación. Algunos se dedicaban a intercambiar comentarios sobre lo ocurrido, mientras que otros estaban ocupados con las tareas de limpieza y prevención.
Lo que hasta el lunes había sido una comisaría, ayer parecía una casa antigua y abandonada, a la que además le prendieron fuego. Dos policías intentaban sacar el hollín del piso con escobillones. Un tercero revisaba la instalación eléctrica y observaba los cables derretidos por el fuego. En el patio, un oficial hablaba por teléfono y explicaba que no tenía permitido hablar con la prensa, que pertenecía a otra dependencia y que sólo estaba ahí de paso, para controlar el lugar.
Todavía persistía el olor a goma quemada, que penetraba con fuerza en las fosas nasales. En las veredas, los vecinos conversaban sobre los dos temas del día: la marcha del día anterior, que acabó con la comisaría, y el motivo de esa misma marcha, la violación que sufrió una adolescente. Algunos observaban las fotografías publicadas en la edición de ayer este diario, como si recién tomaran dimensión de lo que había pasado en el pueblo.
Cañas y oscuridad
El callejón donde atacaron a la víctima, el jueves a la siesta, tiene alrededor de 500 metros de extensión y está rodeado por cañaverales. Ese trecho separa el barrio El Tambo del resto de la población. Allí abordó el agresor a las víctimas, dos adolescentes de 13 años y un niño de dos, a quienes obligó a perderse entre las cañas para que nadie viera nada.
Ayer, en ese lugar se habían reunido los hombres de las pocas familias que viven en El Tambo, cada uno con un machete. “A este trabajo lo tiene que hacer el delegado (Daniel Hernández), pero lo estamos haciendo nosotros porque no hay seguridad”, dijo Daniel Orellana.
Según explicaron, los delincuentes suelen ocultarse entre los arbustos y los yuyos que ahora ellos intentaban desmalezar. “Estamos cortando porque tenemos hijos y por acá pasan para ir a la escuela”, agregó Orellana.
Asimismo recordó que el jueves, después de que ocurriera el ataque sexual, le solicitaron a la esposa del delegado comunal que pusiera alumbrado público, pero no hubo respuestas.
“Acá no hay luz, llegan las 20 y ya es una oscuridad total. La mujer del delegado se comprometió a limpiar y poner luz, pero no pasó nada. Aprovechamos que hoy es feriado para hacerlo porque somos todos laburantes y no tenemos tiempo”, comentó el hombre. Entre los desmalezadores estaba el tío de la víctima y papá de la adolescente que presenció el ataque. El hombre volvió a arremeter contra la Policía. Según dijo, el fin de semana allanaron una vivienda del barrio.
“El comisario hizo ‘correr la bola’ de que el violador está entre nosotros. No lo vamos a permitir. La gente de ahí no fue porque mi hija lo hubiese reconocido, es un barrio de 16 casas y nos conocemos todos”, protestó el hombre.
De acuerdo a su relato, el día del hecho se acercó un móvil de la Policía al lugar del ataque sexual. “Acá el patrullero se quedó sin combustible. Mire si tenía que llevarlo al delincuente”, criticó. “Y Criminalística cayó como a las 23, sacó una cinta métrica, cortó la calle y ‘adiós Pampa mía’. No nos merecemos esto”, agregó, indignado.
Atemorizados
Los pobladores confesaron que, mientras no detengan al violador, vivirán atemorizados. “Tengo miedo por mi hija, que es adolescente y va a la escuela. Yo creo que este hombre anduvo merodeando por la escuela”, expresó Cristina Gallardo.
La mujer explicó que, como madre, siente una mezcla de bronca e impotencia. “Este pueblo era retranquilo. Cuando me contaron que habían violado a una chiquita pensé que era mentira, no lo podía creer, porque acá nos conocemos todos”, comentó Gallardo. “Desde que vino esa maldita droga al pueblo está todo cambiado. Acá no dejés la moto ni la bicicleta sola porque te la roban seguro”, agregó.
José Saracho, otro habitante del pueblo, también se mostró consternado. “Algún día tenía que pasar algo así porque esto es tierra de nadie, la comisaría tiene seis policías y vienen a trabajar dos, cuando quieren. No hay control de nada”, aseguró el hombre.
Respecto al incendio de la comisaría, Saracho sostuvo: “es preocupante lo que está pasando en Colombres, esto tenía que explotar en algún momento”.
Libre
La víctima continúa internada en el Hospital del Niño Jesús. Sus padres explicaron que los médicos aconsejaron que no reciba el alta hasta cumplir los 15 días de observación. Pero poco se sabe acerca de la investigación.
“Sobre eso no le puedo decir nada porque le corresponde al ámbito de la Justicia”, se limitó a responder el jefe de la Unidad Regional Este, comisario Luis Pereyra, cuando se le consultó por el caso. La causa está en la Fiscalía de Instrucción de la VI° Nominación, a cargo de Adriana Reinoso Cuello.
Los familiares de la menor abusada informaron que la Policía confeccionó un identikit con las descripciones que aportaron la víctima y la testigo. Se habla de un hombre mayor de 30 años, con barba y un tatuaje en una pierna. Llevaba una gorra, bermudas y una musculosa con la marca “A+” impresa.